Fue la perspectiva de una Alemania nazi amenazando al mundo con bombas atómicas lo que estimuló el desarrollo del Proyecto Manhattan responsable de la construcción de los primeros artefactos atómicos. En octubre de 1939 Leo Slizard, físico húngaro, advirtió a Franklin Roosvelt sobre los peligros de `la bomba' en manos de los nazis, en una carta firmada, entre otros, por Albert Einstein; en respuesta el general Leslie Groves fue nombrado responsable del Proyecto Manhattan. Groves designó director de investigación a Robert Oppenheimer, quien a su vez reclutó a algunos de los científicos más importantes del mundo que se reunieron en los Alamos, en el desierto de Nuevo México. Groves se refirió alguna vez a ellos como "la colección de chiflados más grande nunca vista".
La tarea de los científicos consistía en diseñar una bomba completa en paralelo al proceso de producción de uranio y plutonio, montar el ingenio rápidamente de tal forma que se pudiera lanzar desde un avión: la bomba debía explotar en forma eficaz en el momento adecuado. Se investigó el comportamiento del uranio 235 y del plutonio 239, su química y su metalurgía, además se desarrolló un detonador de un disparador de neutrones, y se investigó la termodinámica de una explosión nuclear.
Finalmente el mecanismo de la Little Boy consistió en una masa subcrítica de U-235 que se dispara contra otra masa subcrítica. Al impactar se produciría una masa supercrítica que generaría una reacción en cadena acelerada e incontrolable, es decir explotaría.
En la primavera de 1944 el gobierno norteamericano decidió hacer explotar la primera bomba atómica en el campo de tiro de Alamogordo, Nuevo México, un territorio árido y llano que facilitaba las observaciones y la población más cercana se encontraba a 43 kilómetros. Inicialmente se pensó en tirarla directamente sobre Alemania pero el temor a que fallara los persuadió de no hacerlo.
Poco tiempo antes de tomar la decisión de hacer la prueba, Groves recibió la información de que los alemanes no podrían construir la bomba atómica, pero se lo ocultó a los científicos del Proyecto Manhattan.
Después de varios retrasos la prueba se fijó para el 4 de julio de 1945, pero al realizar una explosión previa con 100 toneladas de explosivos se encontró que la infraestructura no estaba adecuadamente preparada para garantizar la seguridad de los observadores.
El 9 de mayo de 1945 los nazis se rindieron y las tropas soviéticas sacaron a los tropas japonesas de Manchuria, China, ya no había necesidad de la bomba.
Finalmente, y a pesar de la capitulación nazi, la prueba se hizo el 16 de julio de 1945. El estallido produjo un destello tan brillante como 20 soles, que fue visto en tres de los estados colindantes, los observadores situados hasta una distancia de 25 km., sintieron una onda de calor similar a la que se percibe al lado de una chimenea. Una bola de fuego de 1.5 km., de diámetro se proyectó hacia el cielo; en pocos segundos el primer hongo nuclear de la historia alcanzó una altura de 12,000 metros. En ese momento Openheimer (confesaría más tarde) recordó los versos "me he convertido en la muerte, el destructor de mundos".
Tres semanas después la primera bomba atómica de 4,500 kg., de peso, y 20,000 toneladas de potencia se lanzó sobre Hiroshima y tres días más tarde el Fat Man se dejaba caer sobre Nagasaki con igual potencia, segando al vida de 140,000 personas.
La prensa estadounidense nos plantea que la decisión de realizar los bombardeos se tomó para salvar la vida de soldados norteamericanos, justificando salvar la vida de sus soldados a cambio de la vida civiles japoneses, una moral que el honor militar no creo que justifique, pero que los norteamericanos han utilizado reiteradamente a lo largo de este siglo.
Con Little Boy comienza la guerra fría que afortunadamente termina con la destrucción de un muro, sin la pérdida de vidas humanas y con el grito de NUNCA MAS...
ARMAS NUCLEARES
En la actualidad existen desplegadas alrededor del mundo más de 30.000 armas nucleares y si bien la inminencia de una "guerra nuclear" ha disminuído mucho desde el fin de la "guerrra fria" y con el "desmantelamiento" del mundo comunista, las posibilidades de accidentes nucleares persisten. Además han aparecido nuevas amenazas, especialmente la creación de armas nucleares por parte de grupos terroristas y la eventualidad de conflictos entre países no alineados con el tratado de desarme nuclear. Da la sensación que las consecuencias sanitarias del uso de armas nucleares ha dejado de ser una preocupación, pero la organización de la conferencia de Nueva York para la revisión del tratado de no proliferación nuclear constituye el último intento organizar un mundo libre de la amenaza nuclear.
Los objetivos militares que son los que se pretenden alcanzar con las armas nucleares se encuentran cerca de poblaciones por lo que su empleo repercute indudablemente en la sociedad civil y ha sido en la experiencia de los civiles donde se ha adquirido gran parte la información sobre los los efectos de la energía nuclear en la salud. Estos efectos dependen de la potencia del arma, de la altura alcanzada por la explosión, de la distancia al "punto cero" y así, el área letal de un arma viene definida por: "el área dentro de la cual el número de supervivientes iguala al de los fallecidos por explosión fuera de la misma". Hoy día cabe suponer que una única explosión nuclear en una ciudad de tamaño medio superaría la capacidad ayuda sanitaria de la ciudad de un país desarrollado, y que un ataque con múltiples armas superaría con mucho el esfuerzo de todo el país.
Aparte del riesgo de "origen militar" se ha demostrado que el colapso de la URSS ha creado un tráfico ilícito de material radiactivo, especialmente Plutonio cuyas consecuencias en las personas (o países) implicadas son todavía difíciles de valorar. Al mismo tiempo, existe riesgo para la salud en el personal que trabaja en el desarrollo del armamento nuclear y en personas que habitan en las proximidades de los centros de investigación nuclear. Son bien conocidas ya las consecuencias sanitarias de desastres nucleares como el de Chernobyl o de Mayak en la URSS. La incidencia de leucemia, neoplasias tiroideas y alteraciones genéticas en la descendencia de víctimas directas de dichos desastres. Se conoce que que la toxicidad del plutonio, el componente básico de las armas nucleares modernas se debe a sus efectos radiológicos, y así su ingestión, inhalación "irradian" las mucosas pulmonar y gastrointestinal causando lesiones irreversibles.